jueves, 27 de noviembre de 2008

El Dragón de Nubes

Capítulo IV


En camino



- Brunilda salió ayer, por tren. Tiene que ir a buscar la receta a Pueblo Comando. Eso nos va a dar algo de ventaja ya que va a tardar en volver hasta la Península de las Sirenas. –dijo Ale Scotch señalando el mapa.
- ¿Iremos por tierra? –preguntó Vicky.
Hacía calor. Un calor pegajoso, un calor blanco. El palacio flameaba al viento, con el velamen desplegado, la sombra y la luz luchaban encarnecidamente por hacerse de todos los rincones. Por ahora, la batalla se inclinaba a favor del fresco oscuro; las gasas arcoiris y la bambula se estremecían de calor sobre las pieles.
En sólo dos días, Lili había reunido a cada uno de los señalados por el libro. Allí estaban todos, observando un mapa, acercando ideas a medida que traban la ruta para comenzar.
Fuera del palacio hasta los pájaros dormían. Era el momento de la siesta y aquel precepto lo bañaba todo. Había una calma naranja, un olor a vida contenida. Hasta que menguara el calor.
Por ahora, las jarras transpiraban inquietas, con su sudor corriendo como hormigas hasta estrellarse contra la mesa; amenazando con deshacerse, derramando un llanto de vidrio y jugo helado.
Pero menguaría el calor.
- No: tendríamos que hacer todo un rodeo. Por barco sería más conveniente, ¿no es cierto? –preguntó Lola.- Tenemos aquí la península, y llegaríamos más rápido por el navío. Pero hay que conseguir uno que sea veloz.
- Y pequeño.
- Yo me ocupo de eso. –dijo Flora. A su lado, una pluma de tinta oscura escribía en pliego cada detalle.- Van a tener que llevar con ustedes a los corintos, porque no hay trenes que lleven desde la península de las Sirenas hasta Ciudad Julia.
- Conviene cargar el equipaje desde allí. ¿Pero cómo? –preguntó Otis.
- Podrían mandarse por entrega inmediata hasta Ciudad Julia. Cuando lleguemos allí, las maletas nos estarán esperando.- dijo Tim.
- Entonces, voy a dejar las cosas en el tren de las cinco, no tardarán en llegar. –dijo Flora, tomando el papel, la pluma y saliendo de la biblioteca.
- ¿Todos empacaron? –preguntó Giannis, sirviendo jugo para todos.
- Si, claro.
- Por supuesto.
- Aja.
- Recuerden: lo mínimo indispensable. –dijo Giannis mirando de reojo a Victoria.
- ¡¡Sí, ya lo se!!
- ¡Sí, ya lo sé! –había dicho hastiada Victoria, cuando Giannis le había advirtido que moderase la velocidad de su corinto. El animal parecía un enorme pajarraco de alas enanas, de pico tenaz y ojos rebeldes, pero bajo el mandato de la niña se convertía en un corcel amable y tranquilo. A su voz, ya no hollaba azulejos silvestres. Acariciaba el bordado de los pastos y las florcillas, como una verdadera ave que regresa a su hogar en la primavera.
- ¡Si, ya lo sé!- dijo, pero aún así, acució a la bestia y se alejó de ellos.
Era una tarde de verano, los campos alrededor de la ciudad se inundaban de un viento caluroso, traído del norte. Cuando un violento vendaval los sorprendió, Lola se sostuvo el sombrero de anchas alas y se aferró a su corinto.
- ¿Conocías a Violeta? –le preguntó Giannis, serenando al suyo.
- Sí. Nos hicimos amigas en el verano, en Mar del Plata. Hace muchos años. Yo creí… -y Lola sonrió.- Me dijo que venía de Córdoba, que residía en Buenos Aires gran parte del año. Que viajaba a Europa. Que torpe… le creí…
Un murmurado silencio se coló entre los dos y Lola supuso que Giannis ya conocía aquella historia. Que la conocía muy bien.
- ¿Y tú? ¿La conocías?
El viento regresó: jugaba con ellos, como juegan los niños con las hormigas, molestándolas, incinerándolas o poniendo trabas a su paso.
Pero hay muchas hormigas… hombres quedan pocos.
El joven pareció intentar una mentira, pero pensó ¿con qué objeto?
- Sí.
- … -Lola esperaba.
- Sí, la conocí.
- ¿Cómo?
- … En un café, en Haita.
Lola pensó que entonces, sería tiempo de sacarle palabra por palabra. La historia lo merecía. Ella lo merecía.
Pero la ventisca volvió, más tenaz, más amenazante. Decidieron regresar, a la claridad que no los aturdía, a los patios del palacio. El viento, como la sombra de los niños, vigiló la huída de las hormigas. Las huestes y las personas tornaron al refugio…
- ¡¡Vamos todos, tenemos el barco!! –gritó desde la puerta Flora.
- ¿Tan rápido? –preguntó Lola, doblando el mapa.
- Lili ya se había encargado de eso.
- ¿Cuándo zarpamos? –preguntó Giannis, ayudando a Vicky con las bandejas y las jarras con jugos.
- Lo antes posible, por supuesto. –respondió Flora, como dando aquello por sentado.- Debemos llegar al puerto rápido y reunir a los corintos. Victoria, ve con Lola a avisar que necesitamos la lancha grande, hasta el puerto–dijo Flora conduciendo a todos a las caballerías.

“Deberías llevarte estas cositas contigo” había escrito Violeta.
Pero… si no tenía nada, estaba vacío. El cofre era muy pequeño, como la palma de su mano. Lola lo observó desde sus cuatro puntos cardinales, llegó a pensar que aquello era una broma. Era de una madera muy dura, parecía irrompible, y tenía una obsoleta cerradura de metal que, al darle paso, descubrió un interior vacío.
Había también una bolsita de terciopelo, con letras bordadas en oro. No aspirar, decía. Polen de Rosas
Los zapatos eran de gamuza azul, angostos, con un rulo en la punta.
Había anillos, limpios, desnudos de rubíes, diez anillos brillantes para cada uno de sus dedos...
“Deberías llevarte estas cositas contigo” había escrito Violeta en una carta que Victoria le había entregado.
No quiso detenerse a reflexionar: comenzaba a intuir que aquello, no servía de nada.

“Hay que tener madera de Tocoteros, pelo de sirenas y un buen pegamento (se consigue en Ciudad Julia preguntando por Alex Énvio). De allí hay que dirigirse a la casa de Mariela, la única con ese nombre en Pueblo Perdido. Puede terminar el pincel mágico en un día (con una buena paga de por medio, claro). Luego, hay que conseguir una pestaña de un gigante. Se los puede encontrar en la Zona de Cuevas, hibernando de por vida. Luego hay que rallarla como el pan duro, o picarla con un cuchillo (que no se te pierda nada). Después debes tomar tinta del Pozo de los Muertos. Algo así como una taza de té, un poco más grande, ¿comprendes? ¡¡Ya sabes que yo no sé nada de cocina!! Seguidamente debes conseguir algunos diamantes de la Laguna de los Diamantes. Y sacar del Bosque de los Sauces y Delirios, siete hojas de Delirios. En Ciudad Vitrae, encontrarás la Gran Universidad. Pide de hablar con Tim Blest, y encárgale que muela los diamantes, hasta que quede un polvo blanco (casi incoloro). Luego, ve hasta El Mirador. Asegúrate que sea un Lunes a las seis de la tarde. Encontrarás en El Balcón del Sol a una cocinera llamada Angelina, quién mezclará todos los ingredientes para crear la pintura para nubes. Después, debes escalar El Galeón, en done te encontrarás con Cerrazón.” –. Lola terminó de leer y todos en el barco volvieron a sus labores. Esperó, miró a su alrededor. Estaba confundida y, sentada en la cubierta, esperaba que alguien le explicara la manera de conseguir pestañas de gigantes, o cabellos de sirena. Pero solo consiguió que un corinto, mordiera el papel con la receta.
- ¡¡Llegamos!!. –dijo Tim acercándose a babor.
- ¿Ya? –preguntó Lola levantándose.
- A la Isla De La. –respondió Ale acercándose.
- ¿“De La” que? –preguntó Lola.
- Así se llama la Isla: De La. –dijo Tim.
- ¿Porqué nos detenemos aquí?
- Para encontrar madera de Tocoteros. –explicó Giannis.
- Siempre y cuando logremos… persuadirlos –murmuró Tim.- Son terribles.
Lola observó la isla: anochecía y las hojas despedían sus colores. El impenetrable bosque se presentaba ante ellos como un muro, como un fuerte. Tal vez, más aún que los descriptos por las piedras: en los bosques moran almas y ninfas, los susurros, las lágrimas. Lola intuía aquello, pero no terminaba de comprender…
- ¿Cómo es posible que un árbol sea “terrible”?
- No ellos, solamente. –dijo con un tono lúgubre Tim, bajando por una escalerilla hasta la costa. Tendiéndole una mano a Victoria explicó- El verdadero nombre de éstos árboles es Tocoteroscarpinteros. El tronco es hueco y cuando hay viento, las ráfagas comienzan a tocar una callada sinfonía: los sonidos se asemejan con increíble parentesco a aquellos que generan algunos insectos. Esto logra atraer a muchos pájaros carpinteros. Como es su costumbre comienzan a tallar el tronco, pero al no poder encontrar bichos, van haciendo más grande el agujero, hasta caber en ellos. Los pájaros ingresan, ingenuos, y el tronco se cierra repentinamente, dejándolos dentro. Lo mismo sucede cuando escucha a los teros “hablar” cerca: las ramas se alargan y afinan como sogas. Los atrapan, abren los huecos dejados por los pájaros anteriores y los depositan allí. Cuando una persona llega a talarlos, el árbol abre sus “compuertas”, despidiendo como avispas enardecidas a los miles de pájaros que guarda en su interior. ¿Comprendes ahora, el peligro que significan?
- Si, de hecho, comienzo a preguntarme cómo les sacaremos una rama. –dijo, Lola interesada, abriéndose paso frente a una mata de rosas silvestres.
- …
- …
- …
- ¡Ey, todos por aquí: una senda para el bosque de los Tocoteros! –dijo Ale, para salir del paso, señalando un camino marcado por rocas blancas.

“Lo mismo sucede cuando escucha a los teros “hablar” cerca: las ramas se alargan y afinan como sogas.” Aquel dato había quedado clavado en su cabeza. Ninguna razón en espacial había para ello, pero así había sido. Tal vez hubiese sido el instinto, o la distracción, pero ¿habría de importarle? Lo trascendental era que allí estaba la base de su idea, pero aún, no sabía si podrían concretarla…
Los seis habían caminado durante un largo rato, entre árboles de troncos gruesos y angostos, enanos y gigantescos, de mil ciento setenta y siete colores. La luz del sol iba desapareciendo, y Lola comenzaba a sentir algo de miedo. Victoria iba tomada de su mano, adelantándose a sus pasos, sin sentir una gota de temor, arrastrándola con ella. Ale, quien ya había explorado aquel sitio tiempo atrás, iba a la cabeza, guiándolos por entre las hojas.
Un viento algo frío se paseaba por entre los árboles, jugando con ellos, como lo había hecho el día anterior. La bifurcación del camino, sin señales, no asombró a Ale, quien siguió caminando hasta un gran claro. Allí dormitaban, con sus raíces tendidas sobre la tierra, una docena de árboles monumentales. Sus ramas ásperas formaban una telaraña imposible: se unían, se separaban, se entrelazaban… se movían. Los seis observaban en silencio, detenidos en aquel claro, sin saber como cortar una ramita de esos monstruos. Ellos yacían tranquilos, mas de su interior llegaban los gritos enfurecidos de las aves.
- ¿Cómo haremos? –preguntó Vicky, interesada, soltando la mano de Lola y caminando, sigilosa, hacia los árboles. Tim se adelantó hasta ella, de una pequeña corrida y la devolvió al círculo de los humanos. Más allá de ellos, esperaba la profundidad de la magia… y quien sabe que podía suceder.
Incursionaron en un silencio profundo, pensativos. Todos admiraban las moles de madera y hojas. ¿Eran árboles o eran monstruos?
“Lo mismo sucede cuando escucha a los teros “hablar” cerca: las ramas se alargan y afinan como sogas.” Aquel dato había quedado clavado en su cabeza. Ninguna razón en espacial había para ello, pero así había sido. Tal vez hubiese sido el instinto, o la distracción, pero ¿habría de importarle? Lo trascendental era que allí estaba la base de su idea, pero aún, no sabía si podrían concretarla…
- ¿Eres rápido Otis? –preguntó Lola, repentina.
- Me llaman “el rayo viviente”. –le respondió orgulloso y algo infantil. Aquel comentario logró sacarlos del sopor de la contemplación y comprender que era momento de actuar…

Un ruido, como un pájaro.
Como un tero.
- ¿Estás segura de que funcionará? –le acababa de preguntar Vicky a Lola. Otis y Giannis habían esperado en el claro, el último con un magnífico hacha, atento a cada movimiento de los tocoteros, aún dormidos. El resto, había aguardado tras los arbustos, dispuestos a lanzarse a la carrera en el momento indicado.
- No. –le había respondió Lola.- Pero tengo un buen presen… -pero no había podido continuar: en un extremo del claro, Otis, por fin, emitió aquel sonido con extremo cuidado.
Un ruido, como pájaro.
Un ruido de tero.
El Árbol fue veloz y fugaz: cobró vida, despertó de su sopor. Una de sus ramas fina como la seda, salió en busca del ser, de aquel ave que había encontrado su perdición.
Corrió por el vacío como la lengua de un sapo.
Con la gracia de las mariposas invernales.
Pero Otis ya corría en dirección hacia el barco y, en otro fugaz instante, Giannis bajço con el furor de su cuerpo, el hacha sobre la lengua.
¡¡CRAC!!
- ¡¡Lle dio!! –gritó Tim, mientras se lanzaban a la carrera.
Pájaros como balas y canciones de guerra salieron disparadas desde el interior de los cocoteros. Aquella manada infernal los siguió por el camino, apurando sus pasos y sus ansias de llegar, desarmándose a medida que el cielo se abría paso entre los altísimos árboles.
La noche había caído. El barco se hallaba sereno y ya sobre la costa, comenzaron disminuir la velocidad...
Giannis le enseñó a Lola la rama y ella sonrió.
Entre penumbras, alumbrados por las estrellas, comenzaron a abordar el barco. Ella tomó su mano para subir y volvió a sonreír.
- Espero –dijo- que este viaje sea más tranquilo de lo que me imagino…

5 comentarios:

Redacción Multimodal.ar dijo...

:D

Tengo que admitir que ahora Brunilda me cae bien, ella viaja en tren jejeje.

En fín.. qué tensión cuando estuvimos(me incluyo porque estuve mirandolos ahí, mientras leía) en el bosque.. rodeado de aquellos árboles-cárcel. Esta expedición me está gustando mucho ró,, y ahora tengo el entusiasmo de una señora soportando la pausa comercial de las cuatro menos cuarto, mientras mira la novela de las tres de la tarde.

Te dejo un saludo gigante y un recado que se me pasó ya dos veces hoy; ¡tenés un premio en mi blog! Pasá cuando quieras a pispear.

Hasta luego!
trenazul

silvia zappia dijo...

Qué habrá entre Giannis y Violeta...?
Qué hará Lola al respecto...?
Pero creo que le estoy dando a la historia un giro que no le corresponde...
Por ahora, entonces, me sumerjo en lo más profundo del Delirio, para aguardar desde allí, con vientos ululantes y bambulas lavandas,el próximo capítulo.

Ya dejamos atrás los árboles...Y recordá que nos debemos un encuentro, de martes a las seis de la tarde...

Ah! Y asomo la cabeza para decirte...aún no te llevaste mi premio a tu cajón!. Que no crea trenazul, que, por ser un tren, irá más rápido que yo!Y ahora sí, me sumerjo en el Delirio...

Besos!

Anónimo dijo...

me voy a tomar unos minutos en leerlo..!!
en camino...donde nos llevara
beosseñorita

CeLeS! ~ dijo...

"Estamos en camino entre los espejismos,
no me asustan los desvíos.
Los puentes
Solo quiero seguir
acercándome, acercándome
Puedo encontrar ese paraiso
acercándome..."



(sisi de nuevo el tío gus)
Paren las rotativas! Giannis y Violeta? yo iba a preguntar que onda Giannis y Lola...


Sigo buscando al dragón de nubes, en camino hacia el chapter faiv :D

CeLeS! ~ dijo...

Me faltó decir que me gustan mucho tus imágenes sensoriales, más que nada visuales (acá me hago la que entiendo algo jeje) y como cada cambio de "escena" se hace tan gráfico y uno puede realmente ver ese cielo naranja o sentir ese viento caluroso y molesto...

Me encanta! =)